Posteado por: mariaisabelherrero | diciembre 22, 2014

Felicitación

A todos mis estupendos lectores Feliz Navidad y Año Nuevo lleno de cosas buenísimas
Mª Isabel Herrero

Posteado por: mariaisabelherrero | diciembre 17, 2014

queridos padres magos

Del blo familia actual

Podemos hacer una lista casi infinita de todos los juguetes que los niños escriben en sus cartas a los Reyes Magos, pero ¿qué pedirían a sus padres si pudieran hacerlo en una carta como la que mandan a sus Majestades de Oriente? Una vez más, el buen hacer del publicista nos da la respuesta (La otra carta).

Varios niños escriben su carta a los Reyes Magos: en el papel consignan ilusionados, y con su mejor letra, los juguetes que se han pedido este año, procuran no dejarse ninguno. Pero, una vez acabada, se les sugiere que escriban otra, ésta dirigida a sus padres. Vuelven a tomar el lápiz, más ilusionados si cabe y con letra inmejorable. Ahora no piden juguetes, sino cosas que sólo los Reyes Magos de verdad, los padres, les pueden traer.

Si la primera lista es casi infinita, la que escriben a sus padres se reduce a unos mínimos comunes:

Que estéis más tiempo conmigo.
Que hagáis más experimentos en casa.
Que me hagáis un poco más de caso.
Que cenéis más con nosotros.
Que me hagáis cosquillas.
Que me leáis un cuento.
Que pasemos un día juntos.
Que juguéis conmigo.
En fin, los niños piden a sus padres más tiempo, más atención, más presencia. Y cuando se les pregunta cuál de las dos cartas escogen para echar al buzón, dudan un momento, pero al final deciden: “la de mis padres”. Y es que los niños prefieren a sus padres más que a cualquier juguete.

Nosotros hemos hecho la misma prueba con nuestros alumnos y alumnas adolescentes. En esta etapa vital, los juguetes se convierten en consolas, ordenadores, móviles, discos, ropa, dinero…, pero a los padres les siguen pidiendo lo mismo, expresado de otra manera, claro está:

Que tengáis más paciencia y no me gritéis tanto.
Que me ayudéis en los malos momentos.
Que me escuchéis y me deis confianza.
Que trabajéis menos y paséis más tiempo conmigo.
Que os pongáis en mi lugar.
Que me sonriáis cada día.
Que me comprendáis y me perdonéis.
Que no deis tanta importancia a las cosas que hago mal.
Tenemos que decir que no todos los adolescentes quisieron escribir su carta, mientras que los niños del anuncio no dudaron en hacerlo. Se nota que la ilusión de los pequeños se ha convertido al cabo del tiempo en cierta decepción, quizá porque los niños creen en los Reyes Magos mientras que los ya más mayores saben que son los padres los que traen los juguetes y, muchas veces, sólo eso. Hemos de decir también que algunos adolescentes dijeron estar muy contentos con sus padres y aprovecharon “la otra carta” para darles las gracias y desearles que se sigan queriendo como hasta ahora.

Queridos padres magos: sólo vosotros podéis ser magos para vuestros hijos y traerles, esta Navidad y todo el año, lo que sabéis que ellos más necesitan, os lo pongan por escrito o no.

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Posteado por: mariaisabelherrero | diciembre 15, 2014

Cuando se quiere de veras

Cuando se quiere de veras lo importante es querer, no que te quieran. El amor inmaduro se escribe en pasiva, y dice “Soy amado”; el amor enamorado busca la correspondencia, y dice “Nos amamos”; el amor maduro simplemente ama, y dice “Te amo”. La madurez llega después de mucho amar, cuando el querer de veras es capaz de superar todas las limitaciones, todas las trabas, todas las reticencias y de quedarse cara a cara con su esencia.

Un ejemplo real de ese amor maduro lo cuenta Susanna Gallego Mira en la revista de distribución gratuita Tot Sant Cugat (núm. 1428, p. 67). Explica que una mañana asistió en el hospital a un anciano de unos ochenta años, el cual tenía mucha prisa por salir de allí. Ella pensaba que tendría hora con otro médico y que por eso estaba intranquilo, pero no era esa la razón de sus prisas, sino que estaba preocupado porque se le hacía tarde y tenía que ir al geriátrico a estar con su esposa que padecía de alzheimer. Susanna Gallego le preguntó si su esposa se enfadaría por llegar un poco tarde y el anciano le dijo que no porque hacía ya cinco años que no lo reconocía. Sorprendida, volvió a preguntarle: “¿Y sigue yendo cada mañana aunque ella no sabe quién es usted?”, a lo que él contestó: “Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé quién es ella”.

Estas palabras tienen tal profundidad que lo dicen todo del amor. No se puede explicar de mejor manera. Esas palabras lo contienen todo. Primero, porque hay un yo, que es sujeto activo, no pasivo, que toma la iniciativa, que no se queda esperando a ser amado, que va hacia él. Segundo, porque ese yo descubre un quién, que, aunque lo ignore, lo sigue siendo para él; lo cual supone, como dice Susanna Gallego, la plena aceptación de lo que el otro es, fue, será y no será. Tercero, porque el amor no se pierde en vacuos sentimentalismos, sino que pone manos a la obra, toma el autobús y va puntual cada día al geriátrico a hacer compañía a quien ni siquiera sabe quién es el que la acompaña. Obras son amores y amores son obras.

Cuando se quiere de veras, se ama, se acepta y se actúa, tres verbos que nos apartan de nuestro egoísmo y nos catapultan hacia los demás: hacia nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros amigos. Cuando se quiere de veras lo importante es querer, con todo lo que ello conlleva.

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Posteado por: mariaisabelherrero | diciembre 11, 2014

Saque de esquina

En medios futbolísticos se suele decir que un córner es medio gol. La experiencia nos demuestra que esta máxima no es matemáticamente cierta; sin embargo, es verdad que cada saque de esquina, si se convierte en gol, es un gol a medias (hecho entre dos). En el fondo, toda jugada que culmina con éxito, es resultado de la colaboración de varios jugadores. Pero es en el saque desde el banderín o en una jugada a balón parado (“de estrategia”, se dice también) donde se muestra con claridad esa cooperación imprescindible.

En esa jugada, estudiada y ensayada muchas veces, tan importante es el jugador que saca el córner como el rematador (sin olvidar todos los demás compañeros que se mueven y forcejean con el fin de convertir el área rival en un auténtico campo de batalla). El primero (que suele ser el más bajito y con un buen toque de balón) debe tener la habilidad de alojar la pelota no donde se encuentran sus compañeros, sino donde previsiblemente puedan llegar a estar para ejecutar un buen remate. Su cometido no es sencillo: un buen balón no es el que va directo a la cabeza del jugador, sino el que le obliga a luchar y a saltar hacia él superando la oposición de los defensas o la salida del portero. Podríamos decir que no se trata de que el lanzador del córner se lo ponga fácil al rematador, sino, más bien, tiene que obligarle a esforzarse al máximo.

Las más de las veces, un saque de esquina no acaba en gol, porque no siempre está bien sacado, porque no llega el rematador o remata mal, porque despeja el balón un defensa o los puños del guardameta. Otras, sin embargo, las líneas geométricas de la pizarra imaginaria se hacen realidad y el balón se aloja con fuerza en las redes de la portería, entonces, el espectáculo resulta para un amante del fútbol sencillamente hermoso. La belleza de un gol tras un saque de esquina radica en su simplicidad, en la facilidad aparente de su ejecución y en la sintonía perfecta entre lanzador y rematador.

En muchos aspectos, nuestra vida se parece a un saque de esquina: el día a día es una lucha continua que vencemos gracias a otros, a los que nos lanzan balones que nos obligan a superarnos a nosotros mismos. Las personas que de verdad nos ayudan no son las que nos ponen balones fáciles o las que golpean la pelota por nosotros, sino las que nos obligan a esforzarnos por llegar cada vez más alto.

En el ámbito educativo, los padres y profesores son quienes sacan el córner; los hijos y alumnos, los rematadores. Educar no es poner balones fáciles al alcance de sus pies o sus cabezas, sino el arte de colocarlos allí donde, para llegar, tengan que esforzarse. Por eso, el maestro no es el que enseña, sino el que hace que sus alumnos aprendan. Por eso, los padres que ponen las cosas demasiado fáciles a sus hijos, no les están ayudando a crecer, no están haciendo un buen saque de esquina.

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Posteado por: mariaisabelherrero | diciembre 8, 2014

El burrito por delante

Del blog familia actual

Cuando, de pequeños, nos poníamos por delante en el hablar, nuestras madres nos decían para corregirnos: “el burrito por delante para que no se espante”, queriéndonos advertir que no está bien decir “Yo y mi hermano”, sino que es más correcto: “Mi hermano y yo”. Nuestro inocente egoísmo infantil nos hacía ponernos en primer lugar, pero nuestras madres sabían que debíamos ceder el sitio a los demás en el decir, no sólo por una cuestión de corrección gramatical, sino también como una forma de aplacar nuestras impulsivas presunciones. Y es que las palabras educan.

Verba volant, decían los clásicos, las palabras se las lleva el viento: quizá tuvieran razón, pero también es verdad que las palabras dejan un rastro, una huella, un esquema mental que, como un molde, acoge las experiencias vitales y las adapta a su forma. Y es que es más fácil pensar bien si se habla bien, porque el cuidado en el hablar repercute en el cuidado en el obrar. Ya lo cantaba Luis Eduardo Aute en la canción dedicada a Hemingway: “se vive como se escribe, se escribe como se vive”. Bien es verdad que uno puede decir una cosa y hacer otra –es la definición de hipócrita–, quizá porque se ha acostumbrado a poner el borrico por delante.

Quien puso, sin ponerlo, el borrico por delante hace ya cien años fue Juan Ramón Jiménez. En 1914 publicó Platero y yo, no “yo y Platero”. El premio Nobel estaba convencido de la importancia de las palabras y de que el bien decir nos hace bien, que es una bendición para nuestra vida. Así que mimó las palabras y creó lo que se ha dado en llamar “prosa poética”, que no es otra cosa que pura delicadeza lingüística: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro”.

Leer Platero y yo es como acariciar la realidad con las palabras, del mismo modo que leer un soneto sarcástico de Quevedo se parece a zarandearla, porque con las palabras hacemos y deshacemos, amamos y odiamos, curamos y herimos, acunamos y despertamos, acariciamos y maltratamos. Por eso, es tan importante que enseñemos a hablar bien a nuestros hijos, a usar correctamente las palabras, a no tomarlas en vano.

El lenguaje es el hábitat educativo por excelencia, de modo que si nos movemos en un entorno familiar enriquecido lingüísticamente, en el que se habla mucho (y se deja hablar) y se cuida el lenguaje, seguro que provocamos un salto de calidad en todos los ámbitos: en el cultural, pues nos abrimos el acceso a la cultura; en el emocional, porque aprendemos a expresar nuestras emociones; en el social, ya que las relaciones sociales son eminentemente lingüísticas. Quizá no lleguemos a convertir la prosa diaria en poesía, aunque seguro que sí conseguimos, por lo menos, que nuestros hijos no pongan el burrito por delante.Cuando, de pequeños, nos poníamos por delante en el hablar, nuestras madres nos decían para corregirnos: “el burrito por delante para que no se espante”, queriéndonos advertir que no está bien decir “Yo y mi hermano”, sino que es más correcto: “Mi hermano y yo”. Nuestro inocente egoísmo infantil nos hacía ponernos en primer lugar, pero nuestras madres sabían que debíamos ceder el sitio a los demás en el decir, no sólo por una cuestión de corrección gramatical, sino también como una forma de aplacar nuestras impulsivas presunciones. Y es que las palabras educan.

Verba volant, decían los clásicos, las palabras se las lleva el viento: quizá tuvieran razón, pero también es verdad que las palabras dejan un rastro, una huella, un esquema mental que, como un molde, acoge las experiencias vitales y las adapta a su forma. Y es que es más fácil pensar bien si se habla bien, porque el cuidado en el hablar repercute en el cuidado en el obrar. Ya lo cantaba Luis Eduardo Aute en la canción dedicada a Hemingway: “se vive como se escribe, se escribe como se vive”. Bien es verdad que uno puede decir una cosa y hacer otra –es la definición de hipócrita–, quizá porque se ha acostumbrado a poner el borrico por delante.

Quien puso, sin ponerlo, el borrico por delante hace ya cien años fue Juan Ramón Jiménez. En 1914 publicó Platero y yo, no “yo y Platero”. El premio Nobel estaba convencido de la importancia de las palabras y de que el bien decir nos hace bien, que es una bendición para nuestra vida. Así que mimó las palabras y creó lo que se ha dado en llamar “prosa poética”, que no es otra cosa que pura delicadeza lingüística: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro”.

Leer Platero y yo es como acariciar la realidad con las palabras, del mismo modo que leer un soneto sarcástico de Quevedo se parece a zarandearla, porque con las palabras hacemos y deshacemos, amamos y odiamos, curamos y herimos, acunamos y despertamos, acariciamos y maltratamos. Por eso, es tan importante que enseñemos a hablar bien a nuestros hijos, a usar correctamente las palabras, a no tomarlas en vano.

El lenguaje es el hábitat educativo por excelencia, de modo que si nos movemos en un entorno familiar enriquecido lingüísticamente, en el que se habla mucho (y se deja hablar) y se cuida el lenguaje, seguro que provocamos un salto de calidad en todos los ámbitos: en el cultural, pues nos abrimos el acceso a la cultura; en el emocional, porque aprendemos a expresar nuestras emociones; en el social, ya que las relaciones sociales son eminentemente lingüísticas. Quizá no lleguemos a convertir la prosa diaria en poesía, aunque seguro que sí conseguimos, por lo menos, que nuestros hijos no pongan el burrito por delante.

Posteado por: mariaisabelherrero | diciembre 4, 2014

Educar en la fe

Lo primero: educarlos en la fe

Con el testimonio diario, los padres pueden ser los mejores guías en el camino de la fe de los hijos.

Francisco Cardona

Que si el Ángel de la Guarda; que si la bendición antes de salir a la casa; las primeras oraciones… el don de la fe. Un regalo que podemos dar a nuestros hijos y que les perdurará toda la vida.

La educación de los hijos en la fe emana del mismo compromiso contraído con el bautismo: conocer la fe y darla a conocer a los demás, La educación de los hijos siempre se ha considerado como un arte difícil y a la vez importante. Esta educación comienza en la familia que es la primera y más sencilla escuela de educación en la fe.

En ella se reciben las mejores y más imborrables lecciones y comportamientos que van a ser referencia durante toda la vida. Por esto es una tarea ineludible, delicada e importante que compromete la responsabilidad de los padres, que son los primeros e insustituibles educadores en la fe de sus hijos.

Base de valores

La educación inicia con la base de los valores humanos que posee la familia: la relación padres – hijos, lealtad, comunicación, afecto, confianza,… Todo ello constituye un adecuado marco para la iniciación en el conocimiento de Dios.

Por parte de los padres hay dos elementos imprescindibles: el ejemplo y la oración. Los padres son figuras de referencia, autoridad, ejemplo de vida de fe y conducta moral. De esta manera los hijos siempre tendrán una pauta segura, que nace del mismo testimonio de sus progenitores.

A todo esto debe acompañar la oración, el ir despertando el sentido de Dios. La oración en la vivencia religiosa hace a Dios cercano, presente como Alguien que vive y está cerca, que escucha, que atiende, que ayuda, que no es indiferente, a la conducta de las personas. Todo esto de convierte en una catequesis natural que hace resonar el misterio de Dios en los acontecimientos de cada día.

Rol de la parroquia y escuela

La familia es el lugar privilegiado, pero no el único. La comunidad cristiana, la parroquia y el colegio tienen que ser la gran ayuda de la familia, ya que la educación en la fe no se encamina en una dirección individualista, sino abierta a la relación con los demás y a una proyección social y comunitaria.

Podemos concluir que los padres y la familia siempre son insustituibles en esa catequesis cotidiana, testimonial, llena de valores humanos y religiosos, para poder realizar esa ineludible misión de educar a sus hijos en la fe.

Sobre todo con el ejemplo y con explicaciones sencillas a sus cuestiones. No basta con enviarlos al catecismo si lo que allí aprenden después no lo viven en su casa. Como padres de familia se tienen la responsabilidad de enseñar a los hijos la fe que a nosotros, en un momento dado, nos fue enseñada. Además existen libros, cassettes y videos que ayudan a complementar esta instrucción en la fe.

Posteado por: mariaisabelherrero | diciembre 1, 2014

Las tecnologías y la educación

Las nuevas tecnologías como material educativo

Si hoy en día nadie pone en duda la necesidad de utilizar las nuevas tecnologías en todos los campos del saber para ponernos al día, tanto de las noticias de ámbito nacional como internacional, siento imprescindible en cualquier campo del saber y de las más importantes tesis doctorales e investigaciones científicas, no obstante, no está tan claro la utilización de las TIC, de manera continuada, en el campo del sistema educativo.

Personalmente, no soy partidario de una total utilización de los ordenadores portátiles en colegios e institutos, desde los 6 años a los 18. En primer lugar los pocos colegios e institutos que en España los están utilizando, se están encontrando con ciertos problemas relacionados con la salud de los alumnos como: enrojecimiento de los ojos, lacrimeo, migrañas, miopía. ansiedad, estrés…

Además, no es fácil abrir y cerrar todos los ordenadores a la vez de tal forma que algunos ordenadores “se cuelgan” o no funcionan con agilidad lo que retrasaría el aprendizaje para esos alumnos.

Algunos alumnos aprovechan cualquier descuido del profesor para entrar en páginas web inadecuadas que no tienen nada que ver con la materia que imparte el profesor. Estos alumnos están más pendientes del descuido del profesor para entrar en páginas webs de juegos o actividades de ocio que de adquirir, por estos medios, nuevos conocimientos en la materia.

Pienso que el sistema ideal de aprendizaje sería el que combina el material tradicional del libro de texto junto con clases puntuales de utilización de la pizarra digital y audiovisuales como complemento necesario al libro de texto que, de momento, pienso que sigue siendo básico en el aprendizaje de los alumnos.

La utilización de páginas webs en Internet de forma continuada además de producir algunos problemas de salud (como hemos visto anteriormente) lleva al alumno a un análisis muy superficial y, a veces, erróneo de lo que pretende saber ya que junto con datos reales objetivos aparece un sinfín de erratas e inexactitudes que el alumno no es capaz de discernir.

Hace unos meses me encontré en una página web de Internet que el vocablo Al-Andalus procedía de una palabra de la época visigoda cuando estuvieron en España. Este craso error puede ser considerado como dato real por algún alumno que no sepa mucho en el área de ciencias sociales.

Los errores son bastante frecuentes por Internet y solo los expertos son capaces de diferenciar los datos reales y objetivos de esos documentos. Los alumnos suelen darlos todos como ciertos bien por comodidad o porque realmente no saben en realidad que datos son reales y cuales falsos.

Por consiguiente, según mi opinión, hemos de incorporar las nuevas tecnologías, con cuidado y poco a poco, en el sistema educativo manteniendo el libro de texto como material básico dentro del aprendizaje de los alumnos, al menos a nivel de Primaria y Secundaria.

Las TIC cambian la posición del alumno que debe enfrentarse, de la mano del profesor, a una nueva forma de aprender, al uso de nuevos métodos y técnicas. De la misma forma que los profesores, los alumnos, deben adaptarse a una nueva forma de entender la enseñanza y el aprendizaje que no siempre es fácil de adquirir.

Como señala José Joaquín Brunner: “Uno de los grandes dramas de los jóvenes de hoy a nivel de secundaria, son los cambios que ocurren en el mundo, y la “crisis de sentido”, de cómo entender lo que está pasando y cómo usar el conocimiento. Esas respuestas no nos vienen del contacto con las máquinas. Al contrario, nacen por un proceso lento y gradual de maduración intelectual (opuesto a la rapidez superficial de la informática) y moral que, en definitiva, es lo que da la educación”.

Pienso, por tanto, que lo ideal sería la buena combinación de los materia les didácticos clásicos (libros, mapas, esquemas conceptuales…) con las TIC empleadas de forma correcta para evitar desconexiones y falsas informaciones. De esta manera podríamos conseguir alumnos con una base cultural sólida y capaces de utilizar las nuevas tecnologías con plenas garantías de éxito en los trabajos que se propongan realizar.

Benedicto Cuervo Álvarez.

Posteado por: mariaisabelherrero | noviembre 24, 2014

Sobre las madres

Hoy el blog va sobre las madres…

– «ATÚN CALVO: LAS MADRES LO ADIVINAN TODO».-

Hace unos meses, Atún Calvo nos sorprendió con una campaña que era un claro homenaje a las madres de familia. Gracias al “toque de humor” de presentar la relación materno-filial como una película de misterio, el spot nos habla de los “super-poderes” de una madre. Sin haberles visto, sabe perfectamente qué es lo que han hecho sus hijos, la trastada que quieren ocultar, con quién han estado y por qué se muestran esquivos.

Efectivamente, una madre tiene poderes casi sobrenaturales (De ahí el tono cómicamente tenebrista del anuncio) . Unos super-poderes que los demás mortales no tenemos. Es capaz de ver, oír y entender lo que nadie puede ver, oír ni entender. Y es que llevan mucho tiempo entrenando. Nos sacan mucha delantera. Cuando un bebé llora y dice “¡aaaah!”, inmediatamente dice: “Tiene hambre”. Poco después, el bebé vuelve a llorar: “¡aaaah!”, y ella exclama: “Ahora está mojado”. Para los demás ha sonado igual, para ella no.

Por eso, cuando llega la época adolescente y el padre es incapaz de imponer su autoridad y su disciplina, ella sabe cómo contener la rebeldía juvenil: le basta una sonrisa, una caricia, una palabra de afecto. Y todo… (Leer más y ver spot: bit.ly/1oBkfDJ‪ ‪ ‪ )

– «LAS 50 MEJORES PELÍCULAS SOBRE LA MADRE».-

Parece que nuestra sociedad esté valorando poco una cualidad que la mujer está desarrollando hoy más que el hombre: su capacidad de sacrificio por los demás. Esa madre que es capaz de dar su tiempo, sus energías ¡su vida! por un hijo, o por su marido, o por su familia.

Una mujer fuerte, una madre «coraje» que saca adelante una familia numerosa, o que redime al marido a base de constancia. Una madre generosa que tira de la familia y de los hijos cuando el padre ha muerto o está ausente.

Es una pena, porque esta figura es un ejemplo paradigmático de cómo la mujer, muchas veces de forma silenciosa y oculta, es el auténtico pilar de la familia y de la sociedad.

Quizás por eso me alegró descubrir hace tiempo una lista con «Las 100 mejores películas de madres fuertes y con coraje». Como suele suceder, no todas me convencen ni me parecen igualmente loables. Pero el listado es magnífico. Os lo ofrezco, con algunas adiciones y omisiones- en el orden en el que yo las pondría, por si os ayuda a seleccionar películas que podáis ver en casa, en un centro educativo o en una sesión de cine-fórum.

Las cinco primeras son: Mi pie izquierdo (1989), La vida es bella (1997), La pasión de Cristo (2004), The Blind side (Un sueño posible, 2009) y No sin mi hija (1991)… (Leer más y ver lista: ‪http://bit.ly/1xy9Gkn ‪ )‪

Si os parece interesante este mensaje, reenviadlo a vuestros amigos. O enviadme sus e-mail para que reciban esta carta periódica.

Un cordial saludo,

ALFONSO MENDIZ

Posteado por: mariaisabelherrero | noviembre 20, 2014

El arte de la poda

El arte de la poda
Crazy Bikers Perform Dangerous Stunts In Front Of A Police And Then Shoo Him Away! | BuzzWok | Stories With A Good Taste (Buzzwok)

Publicado el 10/11/2014 por blogfamiliaactual
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Podando un setoEstamos en la época de la poda. Los árboles se preparan para iniciar un año más su ciclo vital. Para llegar a ser frondosos en el futuro o dar buenos frutos, tienen que pasar por sacrificar algunos de sus nuevos brotes. Es menester que parte de lo que han ganado en verano lo pierdan en invierno con el fin de crecer mejor. No sólo los árboles frutales, sino también los que adornan nuestras ciudades, deben ser podados para que la savia no se vaya por las ramas y los hagan más fuertes. Uno que nunca recibe la poda será árbol, qué duda cabe, pero crecerá sin ton ni son, estará a merced de los vientos y las tormentas, o de los otros árboles, quizá el peso de alguno de sus retoños le hagan quebrarse o el exceso de frutos subir torcido: será un árbol sin carácter.

Ya Platón en la República compara la educación al arte de la poda: desde niño –dice el filósofo griego- el hombre será sometido a una poda y extirpación de todo lo que le impide elevarse al conocimiento del bien. No podemos aplicar al pie de la letra lo que el pensador de Atenas proponía, pero sí extrapolarlo y quedarnos con un aspecto que nos puede servir para educar a nuestros hijos, como es la necesidad de quitar cosas que impiden que crezcan robustos y sanos.

Con el temperamento se nace, pero el carácter se hace; a base, eso sí, de ir podando todo aquello que nos sobra o que no impide crecer. No se trata de cortar por lo sano, sino de ir tallando esas menudencias, o no tan menudas, que hacen que se desparrame la savia por lo accesorio y quede desnutrido el tronco. Saber qué ramas hay que cortar y cuáles no, por dónde hacerlo y cómo, no es fácil, aunque resulta imprescindible. Por eso, la poda es un arte para el que hay que tener oficio: un árbol mal podado no crece bien.

Pero la poda es dolorosa. Si un árbol pudiera sentir, seguramente que le dolería cada vez que las tijeras le amputan lo que le sobra, pero el agricultor no se ablanda porque sabe que es por su bien. Por eso, prescindir de lo prescindible, de esa golosina, de esa nueva aplicación del móvil, de eso que todos tienen, de nuestras postizas preocupaciones, de todo eso secundario que ponemos en primer lugar, de lo trivial que no vital… resulta incómodo, doloroso, arduo…, pero nos asegura un crecimiento personal más firme y seguro.

Deberíamos decir como Sócrates, el cual, tras haber recorrido el mercado, dijo a los que le acompañaban: “¡Cuánto no necesito!”. El maestro de Platón conocía bien el arte de la poda y se lo aplicaba a sí mismo. El carácter de nuestros hijos se forma y consolida a base de ir cortando ramas que pesan y no dan peso. Esos tijeretazos duelen tanto al que los da como al que los recibe, pero no hay duda de que ayudan a crecer, porque no es exagerado decir que lo que más necesitamos en nuestra época es de carecer.

Tomemos las tijeras y ejerzamos el arte de la poda. Nos vendrá bien, a nosotros y a nuestros hijos.

Posteado por: mariaisabelherrero | noviembre 17, 2014

Falta de autoridad

Falta de autoridad
Publicado el 03/11/2014 por blogfamiliaactual
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Niña rebeldeNo es que falte, es que no la ejercemos. No queremos someternos a ninguna autoridad, por eso no nos atrevemos tampoco a ejercerla (sobre todo, a nivel privado). Apenas nos cuesta llevar el mando en el entorno empresarial o social; sin embargo, nos resulta tremendamente difícil proceder con la autoridad que nos corresponde en un contexto más cercano, como el familiar.

De ahí que podamos corroborar de muy diversas maneras que los padres ya no tienen autoridad sobre sus hijos, que la han perdido, que ya no se atreven a ejercerla, a hacer de padres. Las causas de esta disipación son muchas y complejas; hay que buscarlas, sin duda, en el debilitamiento de las estructuras familiares y sociales, pero, sobre todo, en una incorrecta interpretación de lo que es la autoridad.

Muchos padres no la entienden como lo que es, la forma de querer y hacer crecer a sus hijos, sino como una manera despótica de atravesar los límites de la intimidad. En el fondo, late un concepto de amor filial confuso, mezclado con el cariño, la condescendencia, el proteccionismo, la permisividad, la blandura… y no nos atrevemos a exigir nada a los hijos, a marcarles límites, a hacer que crezcan. De esa forma, impedimos que interioricen el significado real de autoridad, lo cual comporta serias dificultades para aceptarla fuera de casa, como por ejemplo, en la escuela.

Quizá haya sido allí, en la escuela, donde con mayor virulencia se ha percibido la disolución de la autoridad. Esa pérdida tiene graves consecuencias y todas ellas van en detrimento de la educación. Los maestros se encuentran desprotegidos y la imposibilidad de poder marcar unos límites, tan necesarios para lleva a cabo cualquier tarea educativa, los tiene desorientados. Muchos de los profesionales de la enseñanza se ven obligados a luchar en tres frentes: contra unos alumnos apáticos y/o indisciplinados, contra unos padres hiperproteccionistas y contra una administración que les da la espalda. La consecuencia: maestros sin magisterio, funcionarios al pie de la letra que llenan las estadísticas de bajas por depresión.

Nos quejamos de que estamos echando al mundo generaciones de chicos y chicas maleducados, indisciplinados y caprichosos (no todos, claro está); sin embargo, no nos atrevemos a restituir al maestro en su autoridad porque consideramos un retroceso en la consecución de una sociedad más abierta y más libre. Exigimos, por contra, que los maestros se conviertan en profesionales de la instrucción, capaces de estar al día en técnicas de creatividad, motivación, evaluación integral, personalización, resolución de conflictos…, que hagan que nuestros hijos aprendan sin esfuerzo y, sobre todo, sin tener que someterse a ese concepto obsoleto que llamamos autoridad. A los pobres docentes les hacemos bailar en la cuerda floja, les quitamos la red y les apremiamos a mantener un equilibrio imposible.

La falta de autoridad no ha llevado, sin embargo, a estrechar los lazos afectivos entre maestros y alumnos, imprescindibles para educar, sino que ha distanciado tanto a unos de los otros que, por no poder ejercerla, parece que cada cual vaya a la suya y nadie a la nuestra. En muchos casos, la falta de autoridad se ha traducido en falta de implicación, en un sálvese quien pueda y que aprenda quien quiera aprender. Esta falta de autoridad que hemos conseguido, como si fuera un logro de antiguas revoluciones, hace que los docentes (y los padres) descendamos al nivel de los niños, de los educandos, cuando no se trata de eso, sino de ponernos en su nivel para, sin dejar de ejercer la autoridad que nos corresponde, ayudarles a crecer.

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