Posteado por: mariaisabelherrero | julio 19, 2012

Un cachete a tiempo

Un cachete a tiempo

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Mafalda sopa
Cunde cierta creencia de que un cachete a tiempo, una torta bien dada, soluciona muchos problemas educativos. Lo sentimos: no estamos de acuerdo. Lo venimos diciendo por activa y por pasiva en nuestros libros y en nuestras charlas a padres: una torta bien dada nunca está bien dada, un cachete a tiempo sigue siendo un cachete que tiene sus consecuencias a destiempo.

No se puede educar a bofetadas. De hecho, cuando se nos escapa una, sentimos eso mismo: que se nos ha escapado, que se nos han acabado todos los argumentos educativos y hemos tenido que tirar de la fuerza física. “Llega un momento en que no puedo más y le doy una torta”, nos confiesan muchas madres. Eso demuestra justamente que echamos mano, nunca mejor dicho, de la “oratoria de la zapatilla”, que usa la mamá de Manolito, el amigo de Mafalda, cuando nos sentimos nerviosos, impotentes, cansados… Y con tales premisas montamos un silogismo para justificar lo injustificable: la conveniencia educativa de la agresión física.

“Un cachete de vez en cuando le viene de maravilla”, suele ser otro argumento incontestable. Pero, ¿a quién le viene bien: a la educación de nuestros hijos o a nuestra propia tranquilidad? Sigamos con más cosas que, aunque no queramos reconocerlo, se dicen, como esta: “No sé si sirvió para algo la bofetada que le solté, pero me quedé tan a gusto…”. ¿Es posible que esto lo haya dicho un padre? Por desgracia, sí.

No obstante, el argumento más esgrimido es el del “cachete a tiempo”. Generalmente se utiliza en su valor condicional o de advertencia, por lo que se convierte en una falacia. “Si le hubiera dado un cachete a tiempo…”. Nadie puede decir qué hubiera pasado si se hubiera cumplido la prótasis, es decir, la condición. O… quizá sí.

En cierto modo, eso es lo que ha intentado demostrar un estudio realizado por la American Academy of Pediatrics. La conclusión del estudio, que maneja datos obtenidos de 34.000 personas adultas de Estados Unidos, es que el castigo severo en la infancia (no los maltratos graves), como empujones, golpes, bofetadas… está relacionado con el desarrollo de trastornos y enfermedades mentales en la edad adulta. Así, la manía y la dependencia de drogas o alcohol aparecen con una frecuencia entre un 2% y un 5% mayor en los que dijeron haber sufrido ese tipo de castigos en su infancia. Con el tiempo, los niños y niñas que recibieron un “cachete a tiempo” fueron más propensos (entre el 4% y el 7%) a las paranoias, los comportamientos antisociales, la dependencia emocional o el narcisismo.

No hay un momento mejor que otro para dar un cachete a un hijo. El mejor momento es no darlo nunca. Un cachete a tiempo trae consecuencias en el tiempo: sabemos cuáles son las negativas; las positivas no se han descrito.


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